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¿Por qué afrontar este tema en este momento?
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Muchos de nosotros hemos estado denunciando algo que es profundamente anticristiano y antievangélico. Nos manifestamos contra lo no cristiano que se ha metido en nuestras iglesias.
¿Hay un mal entendimiento del ministerio pastoral que puede llevar al abuso?
Hay cierto ministerio pastoral que no está concebido en términos bíblicos. La Palabra de Dios nos indica que el Evangelio nos hará libres. Nos libera de cadenas, del pecado. No se puede considerar la espritiualidad como una nueva forma de hacernos esclavos. Pablo denunciaba a quienes ponían un montón de cargas. Cuando en lugar de liberar a la gente, en lugar de ministrar a Dios a la gente, utiliza conceptos bíblicos, fraseología evangélica e incluso bíblica para hacer justo lo contrario de lo que Dios quiere hacer. Debemos plantearnos qué es el acompañamiento pastoral, qué es la autoridad espiritual. Que no es para mostrarle a la gente lo que tiene que hacer, sino para mostrarles a Cristo. Cuando la consejería se convierte en manipulación, estamos delante de abuso espiritual. Cuando se adopta una postura de superapóstol, que nosotros recibimos la información directa de Dios sobre lo que otro tiene que hacer, es peligroso. Hay líneas finas. Debemos marcar los que los malos obreros, los “perros” en lenguaje bíblico, sí están dispuestos a hacer. Esta es la línea que la Biblia nos da.
A nivel de la iglesia local, ¿cómo se manifiesta este abuso? ¿Cómo lo diferenciamos de la exhortación pastoral?
Voy a distinguir entre dos conceptos. Un concepto importante es el discipulado. Entenderlo bien es clave para evitar el abuso. El discipulado tiene que ver con ser más como Jesús. Cuanto más somos como Jesús, evitamos el abuso espiritual. Sin embargo cuando en lugar de ser el modelo Jesús, cuando alimentamos una estructura, seguir a una persona, o el objetivo no es que me parezca a Jesús sino que siga una serie de normas establecidas que se presentan como normas de Dios, estoy siendo abusado. Estoy siendo víctima de una persona. El discipulado te dota de recursos para que tú tomes tus propias decisiones, fortalece tus criterios bíblicos para que decidas libremente. Pero cuando la presión del grupo, o la corrección está en que los otros te dicen lo que tienes que hacer, estás delante de una táctica sectaria, de quienes quieren limitar tu propia libertad. Esto ocurre en iglesias muy conservadoras, donde se apunta a una serie de normas en lugar de apuntar a Cristo. Y también en iglesias carismáticas, donde los pastores dicen que ellos y sus criterios son la voz de Dios. Cuando no se apunta a la Escritura, a que la gente sea libre para tomar decisiones, estamos ante un caso de manifestación de abuso espiritual.
¿Puede un pastor o un líder caer en estas prácticas aún sin querer?
La respuesta está en el evangelio. Uno nunca puede sustituir a Dios, uno debe ser el instrumento de Dios, y no Dios mismo. Debe uno situarse en la perspectiva correcta. A veces Dios le habla a uno como líder espiritual de otras personas. Pero Dios debe hablar también a la otra persona. Debemos ponernos límites como pastores. Debemos fomentar que las personas hablen con Dios. Cuando he tenido una convicción propia en mi labor pastoral, he procurado ser extremadamente cuidadoso. Cada persona debe hablar con Dios. Le indico a esta persona que debe escuchar la voz de Dios a través de la Escritura, a través de la iglesia, y no sólo de una persona. El pastor nunca sustituye a Dios hablando. Los ministerios pastorales que son excesivamente individuales y la única carta sobre la que una persona toma una decisión son peligrosos, y un pastor debería evitar llegar a ese punto. Hay que entrar de puntillas en la vida de otra persona, porque te ha dado confianza, y hay que fomentar que la persona hable con Dios. Debemos acompañar a la persona en escuchar la voz de Dios y ser muy respetuosos.
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